Conmigo aprendí que soy y estoy, aprendí a ver sus diferencias y asumirlas como
propias. Que a veces doy lo que es mío y a veces quedo en deuda conmigo por
encargarme de lo que no es mi responsabilidad, aprendí que contemplando la vida de
otros, me abandone, permitiendo que se construyera de mi alguien que me negaba a
ser. Cuantas veces nos hemos disfrazado? Y no precisamente para una fiesta? Cuantas
veces evitamos afrontar y no asumimos riesgos que nos lleven a celebrar logros?
Cuántas veces hemos quedados lelos contemplando nuestros esfuerzos e ignorados
nuestros triunfos porque ha sido más sencillos castigarnos y culparnos? Y cuantas veces
nos dejamos llevar por la corriente en lugar de fluir y reinventarnos?
El no asumir esa visión de la vida, con la que estamos actuando, nos acerca a confirmar
que estamos aquí para sufrir, expiar culpas y que allá arriba hay un Dios que nos mueve
como títeres a su antojo.
Cuando asumimos que hemos vivido, estamos en la capacidad de tomar todos nuestros
talentos, fortalezas, debilidades y desde ese lugar de conciencia asumir que la tarea
no consiste en apostar si no en apropiarme de toda yo para correr hacia ese escenario
que tanto he esperado y que mágicamente he deseado que se acerque. Abandone el
fanatismo, tómese su dosis y su lecho, levántese y vaya.
Cuando puedo ver que conmigo aprendí, puedo darme cuenta de que si existe una red
relacional que me ama, puedo salir con poder de mi escondite y dejar que la gracia
necesaria me acompañe a donde anhelaba estar y mis limitaciones me lo impedían.
Deje de validar el patrón que le ha permitido encubrirse, salga y asuma, avance y mírese
desde el espejo limpio que no solo le arroja sus errores, sino que le muestra la persona
que ha crecido y ha logrado adquirir la experiencia, le invito a atreverse a completar la
frase: conmigo aprendí…
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