Un espacio humanitario para la familia por Mayela Carrillo.
Mayela Carrillo Blanco
Valencia-Venezuela
@mayelacarrillo
La
familia como un todo puede ser percibida como el escenario ideal para aprender
los valores y convertirse en la palestra para ser el compuesto que nutre las
interacciones. La familia organiza el campo para los cambios de comportamiento
en el ciclo vital de cada uno de sus integrantes. Es el sistema desde donde el
individuo aprende el proceso de socialización y a convivir con limites sanos,
que posteriormente le permitiran relacionarse sanamente en su entorno. Cada
familia tiene un código relacional que determina la forma de comunicación
construido a través del tiempo y que modela las respuestas a las circunstancias
que le tocó vivir como grupo, y a cada miembro, individualmente, en su contacto.
En este tiempo, urge
trabajar el respeto, debido a las descalificaciones y los ataques dirigidos a
la destruccion moral de la ciudadanía, impone una agenda desde el nucleo
familiar que empodere en el respeto para rescatar la convivencia desde los límites
y el amor. Según Erich Fromm, respeto no significa temor y
sumisa reverencia; denota, de acuerdo con la raíz de la palabra (respicere:
mirar), la capacidad de ver a una persona tal cual es, tener conciencia de su
individualidad única. Respetar significa preocuparse porque la otra persona
crezca y se desarrolle tal como es. De ese modo, el respeto implica la ausencia
de explotación y convencida de la necesidad del coexistir en medio de un pais
que se nos desvanece poco a poco, impera el otorgarlo, pedirlo y hasta
exigirlo.
Ahora bien, quien respeta, lo tiene en
su vida como un valor, un principio, una manera de vivir y jamás una imposición
que es muy común: “respeta para que te respeten”, tal afirmación no es cierta,
el respeto no es condicionado. El respeto es un valor que transversaliza la
estructura de la personalidad y desde allí vive y se desenvuelve. Cuando
hablamos de respeto, entonces estamos hablando de forma de vida, de una manera
de convivencia, de amar al prójimo, de modelar a los míos y propios, de guiar y
aprender a llevar la conciencia en paz. A su vez, respetarte también es mirarte
y reconocerte en tu condición, sin imponer criterios ni pedir de vuelta el
afecto otorgado.
Como me devuelves el afecto? Creo que
tenemos un problema de base, confundimos respeto con dinero “devuélveme lo que
te di”, no! lo que dimos fue nuestro amor, afecto, respeto y no podemos
exigirlo devuelta, es imposible, se quedaron con todo, los objetos que
regalamos solo fue una muestra de nuestra entrega y las heridas del irrespeto
quedaran, perdonaremos, si queremos, y ojala que por nuestra salud lo hagamos,
pero no hay un código descifrable que nos indique como hacer que nos respeten y
nosotros a su vez respetar.
Creo que el respeto
es un modus vivendi, que implica yo lo vivo y lo obsequio. Y si alguien no te
respeta, no te desgastes en quererle enseñar, solamente establece límites sanos
que enriquezcan la relación, si es que se puede.
Ahora bien, cuando
las relaciones de nuestro sistema se convierten en difíciles obstaculos que
requieren de mucho esfuerzo para que esta fluya, probablemente estemos
presentes en un sistema tóxico, solo que por aquello de la costumbre, lo
hicimos natural y nos cuesta detectar que en lo que realidad está pasando es
que estamos atrapados en maneras relacionales complicadas y dañinas.
Esperando tal vez que los otros cambien o que el
tiempo se encargue de la situación, parecemos muñecos de cera contemplando un
sistema que exige nuestra intervención y no nuestra contemplación. Esta actitud
es lo que a veces daña nuestra convivencia, como también la puede dañar el
querer imponer nuestra visión de lo que debería
cambiar.
También podemos usar mucho tiempo en imaginar y
soñar los cambios, lo cierto es que al no intervenir adecuadamente puede hacer
su presencia el resentimiento y el dolor, significando que hemos quedado,
todos, atrapados en una experiencia dolorosa que nos lleva a viejos
sentimientos y actuales conductas impropias que dañan y perpetúan el malestar
de todo el sistema.
Recordar que amar
es una elección nos ayudara a ordenar el sistema y también modelar a la
generación que nos observa, formas sanas de resolución de conflicto.
Sugiero, aceptar
que pertenecemos a ese sistema, que tu forma influye en lo que sucede, que el
respeto que otorgas beneficia al clima sistémico. Que tal vez no estas
satisfecho y que no te has reconciliado contigo mismo, lo que hace que se
repitan historias que no han sanado y te
hace infeliz.
Te invito que
mires lo que se repite, lo reprimido, lo secreto y mirarlo de una vez para
afrontar y dejar de huir para en su lugar amar y colocar orden. Cuando nos
comprometemos con nuestra historia, sencillamente decanta lo sufrido y acepto
que quien tiene que cambiar soy yo y abandono la actitud infantil de esperar
que los demás lo hagan por mí, tomando la vida y mi responsabilidad.
Comprender
que la gente pasa por experiencias
que le marcan, y cuando estas han ocurrido en etapas tempranas de la vida,
suele quedar una huella. Cada quien la vivirá dependiendo del entorno en el que
se desarrolla y las herramientas que posea para protegerse y defenderse.
Es
así como vamos construyendo secuencias de la vida, como el cerebro no acepta
espacios vacíos, con lo vivido, intento reconstruir lo que no viví, o no tengo
claro y quiero. Emocionalmente la experiencia y la falta de madurez para
enfrentar el hecho hacen que construyamos una manera de realizar nuestros
recorridos por la vida, los cuales para estos efectos denominaremos mapas. Así
que es fácil encontrar personas que confundan el mapa con el territorio y luego
no sepan distinguir los escenarios.
Por
esto, es necesario que construyamos puentes que nos permitan enlazar el pasado
con el presente, para dejar de imaginar el futuro. Este proceso, le llamo
verbalización. Y no es más que el sintonizar en el mismo dial, la experiencia
traumática en el hoy, ponerle nombre,
para integrarlo. De lo contrario: imaginaremos, especularemos, fantasearemos y
todo para no sentir el dolor que nos marcó y continuar hacia el futuro,
perdiéndonos el presente, que al final es donde realmente podemos actuar y hacer los cambios
necesarios.
La
cultura de lo fácil, del sonríe y se feliz; sumado al proceso de socialización
que nos ha invitado a aplaudir y voltear la cara, ha impedido que elaboremos un
constructo con todo lo que hemos pasado y no nos ha permitido integrar dolor,
amor, miedo, tristeza y cualquier otra emoción que nos haya enyugado al hecho
experienciado. Así nos hemos desfragmentado sencillamente para soportar el
vacío que nos hace sufrir.
La
labor de los terapeutas es ayudar a integrar todo lo ocurrido, para que
construyas una historia con sentido, una historia que es tuya y que será la que
te permita ser el protagonista de tu vida. Sencillamente se trata de recoger
todo y unirlo, solo que no a la fuerza, sino en el amor, en el reconocimiento y
en el respeto.
Mirar y reconocer a los
demás es uno de los grandes retos de este tiempo, tomarnos un tiempo para tener
comunión, oír y acompañar se está convirtiendo en una gran aventura. Algunos se han alejado por las diferencias
surgidas y no resueltas, otros por decepción, temor y hasta por
autosuficiencia. Lo cierto es que nos necesitamos. Nadie viene a consulta por la
ausencia de bienes materiales. Vienen a buscar ayuda porque no saben qué hacer
con sus vacíos existenciales y relacionales, hoy quiero reflexionar de la
urgencia de mirarnos y reconocernos. Desde las constelaciones familiares
hablamos del excluido y con este término
nos referimos a la persona del otro silenciado, aquel que no es tenido
en cuenta en las grandes decisiones económicas, políticas y de otro tipo, a
pesar de ser afectado por las mismas. Es, sencillamente, el prescindible para
los sistemas totalizadores de cualquier tipo. Son aquellos que pueden incluso
llegar a morir sin que nadie, desde la totalidad, les añore. Podría decirse que
son un estorbo para los sistemas vigentes, los marginados; son aquellos que no
tienen ni voz ni voto; en definitiva, los nadies y por lo tanto los que ignoramos
y como forman parte de nuestro sistema tal vez los necesitemos. De allí la
invitación de mirar a nuestro sistema y darle un lugar en nuestro corazón. Las
Constelaciones Familiares permiten: devolver su papel en el sistema familiar,
reconociéndolos y honrándolos. Nos libera de la carga que llevábamos,
transformándola y convirtiéndola en una potencialidad positiva. Estas dinámicas
pueden romperse a través de las Constelaciones para convertir este amor ciego
en" un amor que mira". Pero, ¿cómo curan las Constelaciones
Familiares? "Curan al restablecer el orden y el amor entre todos los seres
de una misma familia. A través de la constelación se pregunta qué personas
excluidas del grupo deben reintegrarse en él para que cada miembro ocupe su
lugar siendo reconocido y respetado. Los excluidos proyectan siempre su sombra
sobre alguien impidiéndole vivir su propio destino. La constelación permite
manejar esto que estaba oculto y que cada uno vuelva, acepte su lugar y lo que
ha pasado. Aceptar la realidad cura, nos permite ganar fuerza y energía. A
través de las constelaciones se resuelven trastornos de salud originados por un
deseo inconsciente de muerte, conflictos familiares y problemas de pareja. Nos
guste o no hay una realidad que compartimos, al final somos parte de un sistema
y necesitamos mirarnos y reconocernos. Un miembro posterior de una familia,
muchas veces sin saberlo, se ocupará de "recordar" a quienes fueron
apartados del consciente familiar. Mi mejor deseo es que podamos mirar a los
excluidos, a nuestro prójimo y decirles ahora te veo.
Para concluir la familia y
la violencia…
La violencia es la forma más extrema de discriminación. Solo se violenta a quien está en desventaja o
fragilidad frente a otro. Es la anulación
de aquellos que decimos amar. Es la muestra de nuestra intolerancia, de
nuestras limitaciones para aceptar a aquellos que piensan distinto. Es la
prueba de nuestra ignorancia y el efecto de nuestras acciones basadas en el mal
uso del poder que poseemos o creemos poseer. Mayela Carrillo Blanco de Gaerste.
La violencia es una
enfermedad social, según Domenech es todo acto contra el proceder natural. Y
según Adolfo Loketek: Es todo intercambio relacional en que un miembro coloca
al otro en un lugar no deseado Existen muchas causas, hoy me referiré a las
relacionales: Una estructura familiar autoritaria y verticalista. El
aprendizaje de roles de género
estereotipados. La adquisición de modelos de resolución violenta de
conflictos en la familia de origen. La ausencia de modelos sociales que actúen
como contenedores de la violencia. Pautas culturales legitimadoras de la
violencia. Respuestas institucionales y comunitarias inadecuadas para los casos
identificados. Baja Tolerancia a la frustración. Y una escasa contención
familiar y social, acompañada de una estructura institucional empobrecida de
recursos para aplicar las leyes ya existentes, como es nuestro caso venezolano.
Necesitamos de manera urgente la activación de todos los actores que conforman
el Estado. Delante de esta violencia
generalizada es obligante buscar soluciones, yo propongo: Ser conscientes de la
injusticia. Educación paritaria. Relaciones equitativas. Ver al otro como otro.
Encargarme de mí. Tomar mi lugar. Respetar las decisiones de las otras personas
y en el caso de las relaciones comprender que es responsabilidad de los
involucrados. Hoy quiero animarte a involucrarte en la resolución de conflictos
y empoderarte en el tema de la prevención de la violencia.
Hoy
podemos observar el comportamiento social que cada vez en mayor grado, denigran
la dignidad y respeto de la persona como tal. Esto genera progresivamente
situaciones límite que no colaboran con el desarrollo social sino con su
retraso. Las causas que han originado esta progresiva “involución” de la
sociedad, podemos encontrarlas, en la desnaturalización del concepto de
familia. Es decir, la sociedad sólo es el reflejo de las familias que la
conforman. Por ello y con miras a encontrar una solución a esta situación, es
necesaria la implementación y promoción de políticas públicas que avalen la
denominada “perspectiva de familia” en nuestras sociedades, sobre todo, desde
el ámbito de los derechos humanos. De esta manera, reinstitucionalizando la
familia, se podrían detener las causas de retroceso de la sociedad y se
colaboraría con su fortalecimiento y desarrollo en beneficio de los miembros
que la conforman.
Dada
la importancia de la familia, como núcleo y origen de la sociedad y pieza
fundamental en la formación y desarrollo de la personalidad, es que al igual
que con la persona en sentido individual, se le ha protegido al nivel de
derecho humano en diversos documentos internacionales. Podemos reconocer que,
por su importancia en el desarrollo de la sociedad, la familia debe ser protegida
por los Estados. De esta manera, toda política que involucre la consideración
de los derechos humanos, sea en su configuración, contenido o extensión, no
puede soslayar a la familia pues atentaría directamente contra el ser humano y
contra el ámbito natural en el que se desarrolla.
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