Esta es la historia de una persona
que encargándose de mucho y cuidando de todos se olvidó de un pequeño detalle.
Contemplando y admirando lo hermoso a la vista pero tal vez no importante en el
diario vivir, se perdió en obligaciones propias y ajenas, conocidas y extrañas
pero eso si sacrificándose para dar lo mejor de sí y agradar a sus afectos y
admiradores. Durante décadas poso y sonrió, se esforzó y hasta perdió su propio
aroma, hasta que un día caminando y empujada por Juan Apúrate tropezó y rompió
un espejo al caer sobre él. Con María Rabia y Rosa Lamentaciones se limpió la
herida y por fin ocurrió lo deseado, se miró, se vio en el espejo y comenzó
lentamente a reconocerse, la mirada se profundizo y comenzó a llorar,
inmediatamente Nostalgia y Tristeza se aparecieron y prestaron sus brazos para
consolar, el llanto desmedido no se hizo esperar y allí entre sollozos y
lágrimas recordó quien era y que se había extraviado queriendo brillar y
conseguir aplausos de quienes no tenían idea de su vida.
Esta persona alzo su voz y grito:
me mire! Me mire…y fue así que se atrevió a levantarse de su ostracismo y
caminar por nuevos territorios desconocidos, aventurándose y descubriendo la
diferencia entre lo imprevisto y lo nuevo, que lo nuevo solo era desconocido y
que imprevisto era lo que no esperabas y te devolvía la vida propia y el deseo
impostergable de avanzar y vibrar.
Cuando esta persona se miró,
recobro su identidad y el atrevimiento para abrirse camino en medio de la
muchedumbre y el valor para mirarse una y otra vez y rescatarse de Olvido y
Sufrimiento, fue cuando comprendió que el precio de la libertad es mirarse y
asumir, que solo quien se mira puede reencontrarse y vivir.
Tal vez esta historia te parezca
familiar y te quiero preguntar: desde cuando no te miras? El inicio de no
permitir malos tratos es considerarte adecuadamente, sin exageraciones y con
pausa. Mirarte es el comienzo de la ubicación personal y el hermoso inicio de
vivir a tu ritmo y en tu tono. Te deseo un dulce caminar en tu mirar.
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