Como en todas las relaciones, existe un punto de partida, un intermedio y
probablemente un final, que bien pudiera ser, el final de una etapa, o el final
que solo se resuelve con decir adiós. Con frecuencia los involucrados en la
relación detectan que algo está pasando pero tienen dificultad para descifrar
el que y como resolver lo que está debilitando la relación. Algunas personas
insisten en sobrevivir para mostrar su fortaleza, otros perpetúan la dolorosa
tensión y solo un poco porcentaje elaboran estrategias saludables de resolución.
Las relaciones traen cambios, en una primera etapa, la iniciación de la
convivencia, es suficiente para dar la fuerza necesaria para empezar y cabalgar
hasta puerto seguro, desde donde se vivirán las primeras exigencias,
cumplimientos de deseos y una vorágine de pasiones que fortalecerán la
intención de coexistencia.
Luego viene una etapa, donde aparece el querer remodelar y evaluar las
condiciones desde donde se viven las primeras decepciones. En tercer lugar,
aflora la frustración y el desgaste de la vida privada y pública que se ha
deteriorado y perdido.
Como cuarta fase, sobresaltan soluciones coyunturales y es necesario,
respirar profundo y mirar alrededor para optar por soluciones estructurales,
sobre todo en este tiempo donde la cultura del desecho hacen estrago y empujan
a abandonar en lugar de darse nuevas oportunidades. A veces, alguno de los
involucrados busca ayuda y logra ordenar sentimientos, emociones, percepción y
reestructura lo que hay y puede decidir desde la calma y no desde el desasosiego,
porque en realidad lo que está ocurriendo es una crisis y no necesariamente la
muerte de la relación. Buscar salidas
del tipo diez pasos para resolver en
lugar de déjame considerar las
necesidades y reinventarme, no mejora, solo demora la despedida. A mí se me
ocurre buscar significados a lo que estamos viviendo y mirar el vacío de la
relación, porque estoy convencida de que hay un vacío sano y un vacío toxico.
Cuando la relación nos empieza a dictar la escasez y nos obliga a creer que el
culpable de lo que ocurre lo tiene uno solo de los miembros, lo próximo es el
desastroso final. Mirar lo que falta en lugar de lo que abunda no ayuda a
solucionar y es aquí donde nuestra inteligencia tiene la gran oportunidad de
convertir lo poco en mucho, utilizando técnicas de multiplicación y suma. Si
quieres transformar el vacío, abandona el miedo, mira lo que falta y añade no
solo esperanza, si no valentía e incrementa el valor nosotros como una forma de
enriquecer y continuar.
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