Cuando recibimos el
respeto y la protección de los que nos rodean, cuando se nos toma en serio, somos amados y asistidos se nos hace
más fácil la vida. Cuando se nos explota para satisfacer necesidades ajenas es como si
nos golpearan, sentimos la manipulación y el engaño, sufrimos, y si luego nos
enteramos que otros sabían o participaron del engaño y que ninguno de los testigos
intervino a favor, nuestra integridad sufrirá una herida difícil de curar. La
respuesta natural será la rabia y el dolor. Tal vez nos toque vivir estas
emociones en soledad y es así que ocurre en algunas oportunidades la represión
natural de lo sentido, porque no quiero sentir, porque no hay nadie quien haga
contención, quizás porque los cercanos están lejanos realmente y este es el
punto, cuando ocurrió la herida real?: cuando viví la traición o cuando fui
consiente de mi soledad. Es en este nido donde se concibe el embrollo
sistémico, por una parte el trauma y por otra la imagen borrosa de los
involucrados y que en el recuerdo perdemos la capacidad de diferenciar la inocencia
o culpa de los actores.
Cuando queda
atrapada la vorágine de emociones, queda una instancia: la destrucción, en sus
dos vertientes a elegir; la dirigida como un misil hacia otros o la implosión,
destinada a hacernos daño y perdernos de la vida real.
Cuando pasa el
tiempo, cuando marca el tic tac del reloj, como dice la canción cantada por
Tito Rodríguez, nos hace esperar y el esperar nos hace daño, es que a veces
tomamos decisiones, unas para bien otras para mal, en ambos casos deberemos
cargar con la responsabilidad de la opción tomada.
Cuando finalmente
miramos el camino recorrido y el que está por delante, cobraremos lucidez y
podremos pararnos firmes disponibles con todo para avanzar y asumiendo nuestros
recuerdos y ubicarlos en cada lugar de nuestro corazón.
Hoy quiero
desearte que cuando te toque elegir recuerdes la ternura y la crueldad, la
bondad y el egoísmo, y desde la más profunda serenidad consideres el efecto de
tu decisión a tus próximas generaciones. Que cuando pase el tiempo puedas
respirar en paz y exclamar: decidí bien.
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