Sufrir puede ser la respuesta del rechazo, este nos hace sentir el dolor emocional y dudar
de nuestras capacidades. Sentir el rechazo de los seres queridos produce dolor físico y
así lo registra el cerebro. Cuando este rechazo es social, la sensación es de aislamiento,
si ocurre de parte de un ser querido se corre el riesgo de activar las formas pasadas de
resolver, si toman parte las adaptativas sanas, saldremos más rápido de la situación pero
si en su lugar se apropian las conductas desadaptativas la intensidad del sufrimiento
aumentara generando mayor grado de ansiedad.
El haber sido rechazado aumenta un serio cuestionamiento a nuestro sentido de
pertenencia, lo que provoca desolación o al contrario, puede generar saltos hacia nuevos
El rechazo puede colocar a una persona en un sentimiento de soledad, de estar en el pote
de la basura y que nos merecemos el vivir en medio de los desperdicios.
Si conoces a alguien con estas características: se encierra o se aparta con la intención de
no participar de la vida pública, creyendo con esto que se está protegiendo pero en
realidad se está aislando lo que necesita es de nuestra compasión, y del tiempo para
buscarle y mostrarle nuevos escenarios.
El rechazo nos priva de algo que todos los humanos necesitamos: la pertenencia a un
grupo. Por esta razón cuando podemos reconciliarnos con las personas que nos hayan
rechazado o cuando entablamos nuevos lazos el dolor emocional que sentíamos
desaparece, o se alivia.
Es importante mencionar que el rechazo social se encuentra vinculado directamente con
la muerte; en las comunidades primitivas aquellos individuos que eran rechazados sabían
que fuera del grupo las posibilidades de supervivencia eran casi nulas. Según se cree,
cuando sentimos el rechazo se activa en nuestra memoria esa sensación de pérdida
irrevocable, de muerte. Si nos hemos sentido despreciados o mal amados, intentamos
protegernos de futuros daños aprendiendo técnicas de afrontamiento y atreviéndonos a
acercarnos a nuevos grupos para establecer nuevas relaciones.
El rechazo es solo el indicador de la intolerancia y no de tus errores, aprenderlo lleva
tiempo y aceptación de que los demás también se equivocan, y solo el tiempo con nuestra
capacidad de afrontamiento nos permitirá distinguir nuevos rechazos y defendernos
apropiadamente.
de nuestras capacidades. Sentir el rechazo de los seres queridos produce dolor físico y
así lo registra el cerebro. Cuando este rechazo es social, la sensación es de aislamiento,
si ocurre de parte de un ser querido se corre el riesgo de activar las formas pasadas de
resolver, si toman parte las adaptativas sanas, saldremos más rápido de la situación pero
si en su lugar se apropian las conductas desadaptativas la intensidad del sufrimiento
aumentara generando mayor grado de ansiedad.
El haber sido rechazado aumenta un serio cuestionamiento a nuestro sentido de
pertenencia, lo que provoca desolación o al contrario, puede generar saltos hacia nuevos
El rechazo puede colocar a una persona en un sentimiento de soledad, de estar en el pote
de la basura y que nos merecemos el vivir en medio de los desperdicios.
Si conoces a alguien con estas características: se encierra o se aparta con la intención de
no participar de la vida pública, creyendo con esto que se está protegiendo pero en
realidad se está aislando lo que necesita es de nuestra compasión, y del tiempo para
buscarle y mostrarle nuevos escenarios.
El rechazo nos priva de algo que todos los humanos necesitamos: la pertenencia a un
grupo. Por esta razón cuando podemos reconciliarnos con las personas que nos hayan
rechazado o cuando entablamos nuevos lazos el dolor emocional que sentíamos
desaparece, o se alivia.
Es importante mencionar que el rechazo social se encuentra vinculado directamente con
la muerte; en las comunidades primitivas aquellos individuos que eran rechazados sabían
que fuera del grupo las posibilidades de supervivencia eran casi nulas. Según se cree,
cuando sentimos el rechazo se activa en nuestra memoria esa sensación de pérdida
irrevocable, de muerte. Si nos hemos sentido despreciados o mal amados, intentamos
protegernos de futuros daños aprendiendo técnicas de afrontamiento y atreviéndonos a
acercarnos a nuevos grupos para establecer nuevas relaciones.
El rechazo es solo el indicador de la intolerancia y no de tus errores, aprenderlo lleva
tiempo y aceptación de que los demás también se equivocan, y solo el tiempo con nuestra
capacidad de afrontamiento nos permitirá distinguir nuevos rechazos y defendernos
apropiadamente.
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