Cuando oigo y miro a quienes me rodean, a veces, me molesta, me inquieta y también
me anima y reta a seguir y es que eso que estoy oyendo y mirando se parece a lo que
estoy viviendo o viví y aparece la divina pregunta: es normal? Es natural? Está bien?
La respuesta es sí, somos, estamos y más allá de nuestro sexo, edad, condición y
situación, nos entrelaza la vida con lo que se repite, sus ciclos vitales y la vibración de
lo compartido actualmente.
Nos encontramos, sin importar desde donde y como, nos oímos y miramos y esto solo
ocurre si lo permitimos y nos atrevemos a decir: te pareces a mí. El control social en
algunas oportunidades nos impide reconocernos y coincidir en la mirada del otro y
contemplar nuestras semejanzas y diferencias.
Cuando digo te pareces a mí, estoy reconociendo que lo que nos separa es la piel,
nuestras formas de vivir y los conceptos que defendemos. Cuando digo te pareces a
mí, rompo mi rol y tu rol social, para encontrarnos en lo que es y no es, sin querer
cambiar ni añadir nada. “Cuando se está presente se acepta ser visto tal y como se es
(...) Se renuncia a la necesidad de gustar, de parecer. ...Estar presente es sentirse a
la vez poderoso e impotente: poderoso en el sentido que se tiene fe en la capacidad
de ayudar al paciente, impotente porque se sienten los límites frente al otro que está
ante uno” (Schoch de Neufron, 2000 p. 106).
Te pareces a mí y contribuyes a mi enriquecimiento, te pareces a mí y te sumo a tu
desenvolvimiento, nos parecemos y nos queda reconocernos y aceptarnos o
pelearnos y alejarnos, solo que decido quedarme y dejar la puerta abierta porque te
necesito con todo lo que tienes y con todo lo que te falta, porque renuncio a quererte
cambiar e imponerme aceptarte para no divagar.
Te pareces a mí y yo me parezco a ti, ven e intentemos respetarnos desde nuestras
equivocaciones y aciertos, abracemos nuestras fuerzas y reconozcamos que nos
parecemos para continuar.
me anima y reta a seguir y es que eso que estoy oyendo y mirando se parece a lo que
estoy viviendo o viví y aparece la divina pregunta: es normal? Es natural? Está bien?
La respuesta es sí, somos, estamos y más allá de nuestro sexo, edad, condición y
situación, nos entrelaza la vida con lo que se repite, sus ciclos vitales y la vibración de
lo compartido actualmente.
Nos encontramos, sin importar desde donde y como, nos oímos y miramos y esto solo
ocurre si lo permitimos y nos atrevemos a decir: te pareces a mí. El control social en
algunas oportunidades nos impide reconocernos y coincidir en la mirada del otro y
contemplar nuestras semejanzas y diferencias.
Cuando digo te pareces a mí, estoy reconociendo que lo que nos separa es la piel,
nuestras formas de vivir y los conceptos que defendemos. Cuando digo te pareces a
mí, rompo mi rol y tu rol social, para encontrarnos en lo que es y no es, sin querer
cambiar ni añadir nada. “Cuando se está presente se acepta ser visto tal y como se es
(...) Se renuncia a la necesidad de gustar, de parecer. ...Estar presente es sentirse a
la vez poderoso e impotente: poderoso en el sentido que se tiene fe en la capacidad
de ayudar al paciente, impotente porque se sienten los límites frente al otro que está
ante uno” (Schoch de Neufron, 2000 p. 106).
Te pareces a mí y contribuyes a mi enriquecimiento, te pareces a mí y te sumo a tu
desenvolvimiento, nos parecemos y nos queda reconocernos y aceptarnos o
pelearnos y alejarnos, solo que decido quedarme y dejar la puerta abierta porque te
necesito con todo lo que tienes y con todo lo que te falta, porque renuncio a quererte
cambiar e imponerme aceptarte para no divagar.
Te pareces a mí y yo me parezco a ti, ven e intentemos respetarnos desde nuestras
equivocaciones y aciertos, abracemos nuestras fuerzas y reconozcamos que nos
parecemos para continuar.
Comentarios