Hemos llegado al mes que nos indica que ha pasado un año desde la última vez en que
repartimos besos, abrazos, sonrisas, solidaridad y obsequios, sin cuestionar si la persona
era merecedora o no de nuestra entrega. Y es que es el mes de las gaitas, la fiesta, los
regalos y reconciliaciones, solo que también es la época de la tristeza y el dolor porque
nos recordamos fácilmente de los que ya no están, el vacío nos arrulla en la nostalgia del
no sé qué hacer sin el ser amado y hace su debut nuestras perdidas y soledades.
Reflexionando sobre diciembre descubro que es ambivalente, paradójico. Emociones
encontradas y sin sabores amalgamados, afectos que aparecen y sentimientos que se
esconden. Conciencia de capacidades y posibilidades, en fin es el mes del inventario
personal, como si tuviésemos que declarar y pagar impuesto, solo que son deudas
morales, compromisos no cumplidos, palabra no honrada y también satisfacción por los
logros, con ganas de ajustar y en algunos casos de afrontar.
Estamos justo en el puente que despide el recorrido de casi 360 días, para comenzar
otros 360 más, donde los que han transcurrido, ya los vivimos y los que están por llegar
no se han escrito. Y aquí encontramos otra dualidad. Lo vivido y lo por vivir. La seguridad
de lo que paso y la incertidumbre del porvenir.
Diciembre que confrontador puedes ser… que puntual, que aniquilador y que
esperanzador, bienvenido eres, tu presencia me ubica en la responsabilidad de mi vida
y el anhelo de aferrarme a la deliciosa brisa del futuro, me haces mirar lo que está por
pasar, de tomar mi equipaje y avanzar a los nuevos escenarios, a colocar la mirada en
lo que no hay para construirlo desde la confianza y certeza de que amo la vida y quiero
transitarla con la mejor disposición.
Hoy te miro y te doy gracias por hacerme reflexionar, reconozco tu propósito: marcar una
línea de tiempo, cerrar ciclos y comenzar etapas.
Y a ustedes, mis queridos y amados lectores a tomar ánimo, a no cansarnos hasta
desmayar, a sentir nuestras pérdidas y ganancias, a ser congruentes y renunciar a
preguntar por qué y centrarnos en el para qué…
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